Durante décadas, las personas intersex fueron invisibilizadas, silenciadas o “corregidas” sin consentimiento.
A miles de bebés y niñes se les practicaron intervenciones quirúrgicas para modificar sus cuerpos, con el único objetivo de hacerlos encajar en las categorías tradicionales de “niña” o “niño”.
Detrás de esas decisiones había una idea rígida: que el cuerpo humano solo puede existir de dos maneras. Pero la realidad biológica es mucho más diversa. Las características intersex, ya sean genéticas, hormonales o anatómicas, son variaciones naturales del cuerpo humano, no errores que corregir.
Esa necesidad de “estandarizar” refleja más un problema social que médico: el miedo a lo que no encaja, a lo que rompe la norma.
Durante años, el silencio en torno a la intersexualidad también impidió que muchas personas pudieran conocer su propia historia, acceder a su información médica o encontrar referentes.
Hoy, los movimientos intersex están cambiando esa narrativa. Exigen respeto por la autonomía corporal, el derecho a decidir y la visibilidad sin estigmas.
Su mensaje es claro:
No hay nada que curar en los cuerpos intersex. Lo que hay que transformar es la mirada social que los margina.
Clara Montesdeoca, presidenta de la Asociación Caminar Intersex nos recuerda que:
«Con amor y respeto, podemos crear un mundo donde las personas intersexuales y sus familias sean valoradas, apoyadas y libres de prejuicios.»


